martes, 16 de septiembre de 2008

El grifo


Después de un día de juerga, en el que posiblemente se sopló media producción anual de la Mahou y remató mezclando el DYC con el orujo, parece ser que a alguien le surgió una duda existencial, y se planteó si irse a dormir “la mona” o a colocar un grifo. Y desgraciadamente se decantó por la segunda opción. Es la única explicación que le encuentro a la forma en que nos colocaron el grifo de la bañera. Los de la constructora nos dijeron que “no era para tanto”, “que apenas se notaba”. Hombre, en cierto modo tenían razón, porque si entras de noche al baño, sin encender la luz, apenas se percibe la chapuza. Pero mi mujer y yo tenemos el defecto de ser un poco “tiquismiquis” (además de tener la manía de encender la cuando entramos de noche al baño), así que exigimos a la constructora que nos dejaran el grifo un poco más decente. Nos dijeron, como siempre, que tranquilos, que ya avisarían al fontanero. Al cabo de varios meses, viendo que éste no llegaba, decidimos llamar de nuevo a la constructora, no ya preocupados por el grifo, sino por el fontanero, por si se había perdido o había decidido ir a casa dando un giro por Nueva Guinea. Lo cierto es que al final la constructora no avisó a ningún fontanero, y se niega a la reparación diciendo que lo del grifo es culpa nuestra, por “mal uso”. Pues nada, de momento mi mujer y yo estamos solicitando información para hacer un máster sobre “apertura y cierre de griferías en general”.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Una de grietas


He aquí otra muestra del buen hacer de nuestra constructora. Supongo que como todo artista que plasma su firma en un cuadro, la constructora también quiso plasmar su firma en su obra y ahí nos dejó esas bonitas grietas.
No tardamos en hacerles un visita para “felicitarles”, pues además de resultar antiestético, temíamos que de un momento a otro se nos viniera el tejado encima –o abajo, mejor dicho-. La constructora nos dijo que no nos preocupáramos (¡qué novedad!), pues las grietas tenían su origen en que “la casa se estaba asentando”. La verdad es que me sorprendió su respuesta, pues esperaba que responsabilizara de ello a algún fenómeno natural, como un terremoto, o a nosotros mismos, por dar algún portazo.
Tras dejarnos clara la causa de la aparición de las grietas y tranquilizarnos de que la casa no se iba a caer (ahí tenía yo mis dudas), le pedimos que nos solucionara ese defecto, pues las grietas eran muy visibles y antiestéticas.
Tras un largo periodo de ardua labor de investigación y estudio de nuestro problema, la promotora parece ser que dio con una solución, y nos avisó de que enviaría al personal más cualificado para la reparación. A los pocos días apareció por casa un albañil con una escalera y un bote de silicona. En poco más de un cuarto de hora liquidó el problema.
¡Joer! –me dije sorprendido-, ¡hay que ver que gente más competente! Lo que no sé es cómo esta empresa constructora desaprovecha su talento dedicándose a construir casitas, cuando podía estar ganando un pastón restaurando monumentos. ¡Con una cuadrilla de albañiles, cuatro escaleras y una docena de botes de silicona te reconstruyen el Partenón griego en dos horas!
Como es lógico, después de este “apaño”, nos pusimos en contacto de nuevo con la constructora. Les preguntamos que por qué habían hecho esa inversión y ese despliegue de medios tan grande para tapar las grietas, cuando con un poco de “tesafilm” hubiera bastado para sellarlas. Respondieron que lo que habían aplicado era una resina sellante “super-resistente”, que era lo último en el mercado, y que con eso bastaría.
Supongo que dentro de 2.000 años, cuando un grupo de arqueólogos descubra las ruinas del pueblo en el que vivo, se quedarán sorprendidos de lo bien que se han conservado los aleros de una de las casas, se preguntarán qué técnicas utilizarían para que al cabo del tiempo se haya conservado tan bien, y llegarán a la conclusión de que los que la construyeron eran unos genios adelantados a su tiempo. O más bien no.