miércoles, 26 de septiembre de 2012

En obras...


Era cuestión de tiempo y paciencia, pero al final dieron comienzo las obras y así está la casa, tal y como se ve en las fotos: patas arriba.

Tal y como dije en la entrada anterior, todavía no me han pagado pese a que la sentencia es firme desde hace ya varios meses. Asimismo, hace ya varios meses que pedí la ejecución de la sentencia, y por lo que sé, a principios de septiembre se le ha empezado a dar curso. Esperemos que el "curso" sea más bien corto y que la cosa no se complique mucho, porque uno tiene ya ganas de ir cerrando frentes. De la promotora-constructora es seguro que no voy a ver un duro, dado que se encuentra declarada en concurso, es decir: la empresa actualmente no tiene un duro para pagar sus deudas. Digo la empresa porque los representantes de la empresa no parece que pasen por apuros económicos (por ahí se siguen paseando en su Mercedes y no se pierden un sarao); pero claro, al ser la empresa una sociedad de responsabilidad limitada, ellos, como socios, no han de responder con su patrimonio de las deudas sociales (a pesar de que dicho patrimonio lo hayan hecho en época de vacas gordas con la empresa). 

Menos mal que condenaron solidariamente al arquitecto y al aparejador de la promotora y serán las aseguradoras de éstos las que tengan que responder.

De momento, y como no nos apetecía pasar otro invierno de frío y humedades (y menos teniendo un bebé en casa), entre una parte de la indemnización que habían consignado en el juzgado para recurrir la sentencia, unos ahorrillos que teníamos y una mano que nos echó la familia, conseguimos reunir lo suficiente para realizar las reparaciones.

La verdad es que ha sido un trastorno tener que ponernos ahora de obras, pues no es lo mismo hacerlo con la casa deshabitada que ya una vez que estás viviendo allí, con todo lo que acarrea: retirada de muebles y adornos (no sabía que se pudiera acumular tanto "trasto" en una casa: sólo despejar el mueble del salón nos llevó casi un día. Ahora ya sé de donde viene el dicho ese de tienes más tontería que un mueble-bar), la suciedad que va a coger la casa... Pero lo más pesado ha sido tenernos que ir de casa mientras duran las obras, pues ahí no hay quien viva (véase la foto de abajo). Así que en cuanto llegaron los albañiles, mi mujer, yo, el niño y el gato cogimos lo imprescindible y emigramos como almas en pena. 

Lo más triste es que, si bien la reparación te la pagan porque existen los defectos en la casa y se han probado, lo que son todas estas molestias o perjuicios morales son más difíciles que un Juzgado te los admita, así que tienes que apechugar tú con ellos.

En fin, de momento, la casa llena de andamios, material y albañiles (de otra constructora, eso sí, porque a mí no me reparan la casa los mismos chapuzas que la hicieron ni harto de vino). Menos mal  que me queda el consuelo de que dentro de poco todo habrá terminado y tendré una preocupación menos.