viernes, 3 de enero de 2014

Se acabó la obra, pero no el cuento



Saludos de nuevo.

No es que la obra haya durado más de un año (ya que cuando publiqué la última entrada, allá por septiembre de 2012, estábamos en plena faena). ¡Tampoco era la obra de El Escorial para durar tanto! Lo que ocurre es que he ido dejando lo de publicar una nueva entrada para otro día y ya veis, ha pasado más de un año. Y yo creo que ya iba tocando poner esto al día. Porque al igual que decían los de mi constructora, "a mi no me gusta dejar las cosas sin terminar" (jajaja, ¡que cabrones!).

Total, que en un mes aproximadamente la casa ya estaba despejada de andamios, terminada y limpia. ¡Uff, qué pereza me da recordar lo que hubo que limpiar ahí! Hasta el calvo de la botella de Don Limpio se acojonó cuando vio como estaban los suelos; y mira que en todas las etiquetas sale tan sonriente y con sus musculosos brazos cruzados, así como diciendo "no hay limpieza que se me resista". Pues al de mi etiqueta parecía que le había dado un "apretón": estaba pálido y con las manos cubriéndose los ojos para no mirar.

Pero no sólo hubo que hacer frente a la suciedad. Teniendo en cuenta que la obra se llevó a cabo entre los meses de agosto y septiembre, la casa fue punto de reunión de unos adorables seres a los que a todos nos gusta tener en nuestra compañía: las moscas. Se aprovecharon bien de las "jornadas de puertas -y ventanas- abiertas que les brindó la obra, porque entró toda una legión en casa. Para echarlas de allí casi tuve que solicitar una orden de desahucio. Allí había gran variedad, incluso se descubrieron algunas especies nuevas, amén de otras que se creían ya extinguidas.

No obstante, a pesar de todo el trabajo que ha costado, ahora sí que puedo decir que vivo en una CASA: tengo bien aisladas las paredes, de modo que en verano ya no dejan pasar tanto el calor ni en invierno dejan que se escape. Por no decir del ahorro en energía que ello conlleva (más teniendo en cuenta el precio al que está). Las contraventanas también se han notado bastante. Es un placer no tener ya problemas de humedad y condensación. He dejado ya de producir champiñones, pero hay que ver lo que he ganado en calidad de vida.

Las grietas de las fachadas y del interior también fueron reparadas, y tras el repaso de pintura que se le dio, se puede decir que casi estrené casa de nuevo.

Este es mi segundo invierno en mi "nueva casa", y sinceramente puedo decir que estoy a gusto y que la batalla que en su día libré contra la constructora ha valido la pena.